sábado, 25 de abril de 2020

Querida naná

Hola, cielo:
Cuando era pequeña tenía una obsesión que me hacía preguntar a mi hermana a todas horas: ¿Cuánto tiempo me falta para tener los mismos años que tú? O, ¿cuánto me falta para ser tan alta como tú?
Yo creía que el tiempo iba a pasar solo para mí, que llegaría el momento en que la alcanzaría porque ella no seguiría cumpliendo años y creciendo.
Quería ser mayor a toda costa sobre todo para dejar de meter la pata cuando venían las visitas porque, cuando se iban, lo primero que hacía mi hermana era contarle a mi madre todas las inconveniencias que yo había dicho, con lo fácil que hubiera sido informarme en lugar de humillarme, a mí que era toda oídos para ella.
En una ocasión subimos a casa de los vecinos del tercero. Había llegado un primo de los niños. Era tan alto como mi hermana pero con acento de Madrid. Me pareció tan sublime que me quedé muda. Como todo el mundo insistía en hacerme hablar sin conseguirlo mi hermana dijo: “Se habrá mordido la lengua”.
Yo quedé tan fascinada por aquel niño como Aschenbach con Tadzio en tiempos de epidemia como los que estamos pasando.
Que no tengo el coranavirus, tesoret, que me pasa como a mi sobrino una noche que estaba en su cama y dijo a gritos: “MAMÁ, ¡¡¡NO SÉ LEER!!” impotente ante su libro de cuentos.
naná, no leí “La Odisea”, ni “Muerte en Venecia” ni “Memorias de Adriano”, ¿cómo quieres que no me muerda la lengua si soy una analfabeta?
Es que cuando te escribo me digo: “Pobre naná, ahora la estoy obligando a contestarme”.
Y así.
Un beso enorme de
kitti