miércoles, 21 de septiembre de 2011

-Bueno, Ester, habla. Siempre tendré tiempo para ti.
-¿De verdad? Que bien sienta oír eso. Imagínate que existe una persona que solo habla un idioma, por ejemplo el yiddish, y que no sabe ni una palabra de ningún otro. Supongamos que el yiddish está muerto, y que únicamente ha quedado otra persona más que lo entienda. En un caso así, el que sólo sabe yiddish se desvivirá por llegar a la persona capaz de comprenderle y la seguirá por todo el orbe, hasta el fin del mundo. Así somos tú y yo. No puedo hablar con nadie más que contigo. Con los otros me asalta la sensación de que estoy hablando con unos tarugos, por más que finjan entenderme. Tú nunca me contestas directamente, pero sé que me oyes y que lo sabes todo. Entonces, ¿cómo puedo vivir sin ti? Tú andas por ahí, buscando una buena acción que realizar y, sin embargo, sólo has de dirigirme una palabra amistosa para llevar a cabo la mejor de las acciones.
-Esa buena acción la llevo a cabo por mi propio bien.

Isaac Bashevis Singer "Sombras sobre el Hudson"


¡Querida mitad de mí misma!:
Solo hace tres semanas que no puedo escribirte; sin embargo, me ha parecido una eternidad.
Cuando abro un libro me siento  más cerca de ti, este de Singer es de esos que te atrapan. En algún momento habla de la telepatía como ingrediente del amor. Pero no es un libro sobre el amor, el amor está presente en él porque forma parte de la vida, para bien o para mal.
Me parte el alma que cites a tus poetas suicidas y que hables de finales.
Te quiere
kitti