viernes, 18 de junio de 2010

Estoy con la pájara.

"Una persona puede ocultarse tras su imágen, puede desaparecer para siempre tras su imágen, puede estar completamente separada de su imágen: una persona nunca es su imágen. Sólo gracias a las tres fotografías mentales Rubens telefoneó al cabo de ocho años a la mujer que toca el laúd. ¿Pero quién es la mujer que toca el laúd en sí misma, al margen de su imagen? Sabe poco de eso y no quiere saber más. Se imagina su encuentro al cabo de ocho años: están sentados frente a frente en el vestíbulo del gran hotel parisino. ¿De qué hablan? De todo lo imaginable menos de la vida que cada uno de ellos lleva. Porque si se conociesen de un modo excesivamente íntimo, se formaría entre ellos una barrera de informaciones inútiles que los convertiría en dos extraños. Sólo saben el uno del otro el mínimo indispensable y están casi orgullosos de haber guardado el uno ante el otro su vida en la sombra para que su encuentro esté iluminado y separado del tiempo y de todas las circunstancias".
Milan Kundera. La inmortalidad